Capítulo II: Sexo-adicción

          Ya conduciendo, Efrén pensaba qué hacer, ya que en los principios de la seducción estaba el de no mostrarse muy ansioso. Se estacionó en un centro comercial, luego el protagonista empezó a declararle lo que sentía por ella (Joana), mientras ella le agradecía por sacarla de la fiesta. Se supone que debía besarla pero no hallaba como ya que estaban muy separados, así que rodeó el vehículo, abrió la puerta en donde se encontraba Joana y siguió con los halagos, mientras ella le pedía ir al comercial. Al estar adentro compró un par de cosas y se dirigió a la caja, donde se encontraban unos preservativos; pero ya que estaba con Joana, no los tomó. Antes de ingresar al automóvil lo intentó de nuevo y ella al final, le hizo caso. Cuando ingresaron al carro, se volvieron a besar, y con movimientos sensuales acompañaban el momento. Se dirigieron hacia un hotel cerca de allí, donde nadie podría reconocerlos. Entonces, al estar adentro, Joana se inquietó y preguntó dónde estaba y Efrén respondió que se tranquilizara ya que solo harían lo que ella quisiese. Pronto los dos ya se hallaban en la habitación, donde comenzaron sus juegos sexuales: primero dejaron de lado la ropa, luego fueron a la tina y por último estaban en la cama, donde ocurrieron rápidamente los íntimos hechos. Cuando Efrén estaba ya solo en la habitación, después de que todo hubiera ocurrido, pensó que el sexo se estaba convirtiendo en una adicción para él y que sus encuentros íntimos ya tenían un número bastante alto en cuanto a cantidad. Asimismo había algo mal, ya que había empezado a sentir un leve escozor en el área genital. Entonces recordó lo que había pasado mientras buscaba alguna señal de que algo estuviera mal con Joana,  pero fue inútil. Solo pudo recordar que no pudo satisfacer a su amiga. Luego asintió en que muchos hombres son esclavos del sexo y que todos sus amigos eran iguales.